lunes, 16 de marzo de 2009

Cerro de San Cristóbal

Enclavado en el centro de la capital chilena, las vistas desde el Cerro de San Cristóbal enmudecen a cualquiera.
Accedimos a través de un funicular y lo bajamos caminando, tras preguntar cuánto se tardaba en bajar -45 minutos, contestó la quiosquera- nos llevó dos horas el descenso...aún no estábamos acostumbrados a la percepción del tiempo acá, ahora sé que los 30 minutos chilenos en llegar a la universidad duran una hora y cuarto y que un "esta tarde te llamo" puede significar pasado mañana. Nada a lo que no pueda acostumbrarme, siempre que lleve encima algo para leer o algún viandante me dé conversación. Desde lo alto, la ciudad parece una maqueta, se aprecia su inmensidad y la manera en que colma el valle del río Mapocho de asfalto, cemento y smog, esa masa grisácea que se aprecia en las imágenes y que cubre toda la ciudad, impide ver la cordillera y amenaza con deshacerte la piel en conjunción con la próxima lluvia. Aquí el viento no se acerca, la cordillera se erige de forma hermética alrededor de Santiago y 7 millones de personas moviéndose por una ciudad tremendamente horizontal contaminan lo suyo, formando una olla de descomunales proporciones. Una curiosidad: el smog debe su nombre a unir smoke (humo) con fog (niebla). Abundan los anglicanismos -el portátil es labtop, el almuerzo un snack, etc.- un signo más de la influencia norteamericana -la coca cola es más barata que el agua mineral. Más fotos en http://www.facebook.com/album.php?aid=71955&id=752109015&l=3f32d4c5c8

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